Berlanga figuraba entre las ciudades que el año 1010 debía entregar Soleiman, el candidato de los castellanos al trono cordobés; pero al fin, el Conde Sancho García percibió cincuenta rehenes en vez de dicha villa, Castrobón y Meronim. Así, Berlanga siguió bajo el poder musulmán hasta que fue conquistada por Fernando I, después que tomó el gran castillo de Gormaz y otras fortalezas de la línea del Duero soriano. Dice el Silense que "Fernandus rex ...civitatem Berlangam, quae cetera circumquaque protegebant castella animosus petivit". Después de esta conquista, hacia 1108 o 1110, Valeranicam quae nunc Verlanga dicitur", refiere D. Rodrigo Ximénez de Rada que fue poblada por Alfonso I de Aragón al tiempo que Soria, Almazán y Belorado. Entonces debieron comenzar los tiempos espléndidos de la ciudad y la construcción de sus monumentos, que debemos suponer bien suntuosos, aunque hayan desaparecido todos los románicos y sólo quede por testimonio de ellos un tímpano policromado empotrado en la fachada del convento de religiosas.
Dicho fragmento es de arenisca, de una sola piedra semicircular, y su iconografía y disposición repiten casi literalmente, hasta en los menores detalles, el de Santo Domingo en la capital. Ocupa l centro del tímpano, en un nimbo almendrado y con los pies desnudos, una figura con barba, sentada, un libro en la mano izquierda, y la derecha bendiciendo con dos dedos levantados. La cabeza, en serena actitud, desconcierta un tanto por tocarse con una mitra, aunque no descarta el supuesto de que sea el Padre Eterno, pues en Santo Domingo llevaba corona. Rodean el nimbo cuatro ángeles con las alas desplegadas portando en paños las cabezas de los animales evangélicos; con posturas idénticas a los ángeles de Santo Domingo, e iguales también las cabezas de los animales con el mismo detalle de ser llevadas en paños. Los lados extremos de la composición se llenan con dos figuras: a la derecha, la Virgen, coronada, bendiciendo con la diestra. El lado opuesto, en vez de tener un santo barbado, como en la iglesia soriana, presenta un joven imberbe, que pesa en una balanza los buenos y malos hechos de un alma, como en el claustro de San Pedro. Se conserva muy bien la policromía de las' figuras, roja en la falda interior del santo y en las túnicas de los restantes, y ocre y azul en el resto de los indumentos. Además, todos los detalles faciales, cabellos, barbas, etc., están realzados con color.
El arte de los relieves de este tímpano es muy inferior al de Santo Domingo, y siendo copia muy posterior de éste, se ve, por los plegados más racionales de los paños de las figuras laterales y por el menor hieratismo de ésta, cuánto avanzaba la libertad de ejecución de la escultura soriana, aun sin poder libertarse de detalles todavía bárbaros, como el arcaísmo y rudeza de la figura central, el modelado tosco de sus pies y la desproporción de la figura, tan diferente de la muy majestuosa de Santo Domingo. El conjunto, en fin, copia de la citada iglesia, pero obra de un escultor que, aunque no muy rico en recursos artísticos, se movía ya en la época de transición, deberá datar de las primeras fechas del siglo XIII.
RESTOS ESCULTÓRICOS
A lo escrito anteriormente por Gaya Nuño hay que agregar otros restos dados a conocer recientemente por Jaime Nuño González en la Enciclopedia del Románico de Castilla y León, conservados en Santa María del Mercado.
Se ignora la procedencia de las seis piezas sueltas fichadas, aunque es presumible que varias de ellas deben ser de algunas de las iglesias derruidas en 1526 para construir la colegiata. Se encuentran en la capilla de fray Tomás de Berlanga y, las dos últimas, en una sacristía.
1.- Capitel troncopiramidad sobre columnilla y cimacio. La decoración del capitel es de toscas hojas ovaladas, cada una de las cuales acoge una piña.
2.- Capitel, columna y cimacio con una altura total de 89 cms. Capitel ornamentado en sus cuatro lados a base de lacería.
3.- Basa, fuste y capitel troncopiramidal con dos aves en reposo, afrontadas, tocándose con los picos en cada esquina.
4.- Basa, fuste y capitel con una altura total de 94 cms. La cesta troncopiramidal se decora en sus cuatro caras, apareciendo en dos de ellas sendas aves en reposo, con detallado plumaje y largos cuellos vueltos hacia atrás. Una de ellas atenaza con su pico el cuerpo en forma de bucle de una serpiente, que a su vez ocupa otra de las caras, mientras que el otro ave hace lo propio, estirando más aún el cuello para coger una segunda culebras, que se dispone en la cuarta cara y que trata de defenderse enroscándose en su atacante. En uno de los ángulos se ubica finalmente una cabecita monstruosa, de cuya boca surgen los ofidios.
5.- Pieza tallada en un bloque entero. El capitel está decorado en sus cuatro caras con motivos vegetales y el fuste, sobre basa de doble toro encima de plinto, es de cuatro columnas en posición de giro helicoidal.
6.- Otra pieza muy similar a la anterior.
Para Jaime Nuño González, estamos ante una serie de piezas que cabe relacionar con algún tipo de galería, quizás claustral o más probablemente con un pórtico. Quizás alguna de ellas pudiera haber servido para soportar algún altar.
En la sacristía se guarda una pequeña talla de pino que representa a un Pantócrator, sentado sobre sitial, tocado con corona y sosteniendo en la mano izquierda el libro mientras que con la derecha bendice, que hasta hace pocos años se hallaba sobre la puerta de la ex colegiata y que parece ser del último cuarto del siglo XII.
Por otra parte, en la Plaza Mayor, que pudiera ser del siglo XVI en su morfología, hay un capital invertido sirviendo de basa a uno de los postes de madera de la porticada plaza. En sus cuatro lados se ornamenta con hojas alargadas, con nervio central rematado en bola, ocupando cada una de tales hojas el centro de las caras y las esquinas.
El texto primero es del libro de Gaya Nuño El Románico en la provincia de Soria (1946) , el segundo ha sido elaborado por Ángel Almazán de Gracia .